Inventemos ese espacio, donde a la entrada se suprima todo egoísmo, odio, traición y amargura. Por la puerta tu orgullo no cabría, te dejaría sólo, en tu forma más natural y verdadera. Amor puro.
Donde el idealismo no sea considerado un absurdo, donde no se aplasten utopías y los sueños no queden como simples ilusiones.
Sería el lugar perfecto para aquellos locos, raros, los inadaptados de un mundo cada vez más aberrante y fingido. Para humanos, que saben sacrificarse por otros, de esos que se entregan, que lo dan todo y nunca esperan nada a cambio.
Estaría siempre lleno, se llenaría por apasionados de la libertad, amantes de lo sencillo, admiradores de las cosas simples. Gente espontánea, con mente propia y segura de sí mismo.
No habría necesidad de huir, estaría siempre abierto para nosotros. Sería nuestro refugio, nuestra propia guarida. Hagamos ese club y evitemos escuchar a cada rato la pregunta: ¿Por qué la gente es así?
